Fundación Europea de Medicina Tradicional Complementaria e Integrativa
No se puede negar el hecho de que cada vez más personas buscan remedio a sus males de salud en terapias, productos y métodos diferentes a los de la medicina convencional. Para garantizar que estos tratamientos no encierran riesgos y verdaderamente solucionan los problemas para los que se promueven es necesario dejar de hacer una medicina parcelada y trabajar para integrar todo lo que pueda ser efectivo para el paciente en una sola práctica rigurosa basada en la evidencia científica.
En países como Reino Unido, Francia o Alemania la denominada medicina complementaria —a los especialistas no les gusta la denominación de alternativa por la connotación de exclusión que conlleva este término— está perfectamente aceptaba e integrada dentro de sus sistemas sanitarios. De hecho, las arcas públicas financian muchos de estos tratamientos si, previamente, han corroborado su utilidad para aliviar o curar algunas patologías. Sin embargo, es precisamente la demostración de su eficacia la gran piedra de toque de este amplio abanico de terapias, remedios y procedimientos.
Las autoridades
Pero, ¿cómo separar el grano de la paja cuando la mayoría de los defensores de estas terapias argumentan que no se pueden ceñir a los condicionantes de la medicina convencional? Según el profesor Edzard Ernst, titular de la cátedra más antigua de medicina alternativa del mundo (la de las Universidades de Exeter y Plymouth del Reino Unido), para demostrar que una terapia es válida no es necesario que se realice un ensayo clínico estricto, sino que se pueden diseñar investigaciones rigurosas que lleguen igualmente a conclusiones científicas. Para conseguir credibilidad en este sentido, los especialistas coinciden en señalar que hace falta una gran labor para discriminar la curación, de la paliación y de la mejora de los síntomas.
No obstante, los científicos no son los únicos que se enfrentan a este desafío. Las autoridades sanitarias también deben hacer un esfuerzo para perseguir las terapias que no se ajusten a estos criterios y para evitar que, bajo la denominación de suplementos dietéticos, muchos de los productos más controvertidos acaben en las estanterías de herbolarios y parafarmacias haciendo alegaciones relativas a sus propiedades curativas cuando, en realidad, no han demostrado tal efecto. También es necesario que aumente la formación en estas ramas más desconocidas de la medicina, ya que de lo contrario, la actitud de rechazo continuará inalterable muchos años. En este sentido, conviene destacar que cierta hostilidad hacia la integración no procede únicamente de los médicos alopáticos.
Finalmente, los defensores de la medicina integral se enfrentan al reto de que las opciones más naturales se integren dentro de las prestaciones sanitarias habituales, se debería confiar menos en la farmacología y más en las pautas que dicta el sentido común. De esta manera, los galenos deberían aconsejar a sus pacientes sobre hábitos nutricionales correctos, abandono del tabaco, práctica de ejercicio, corrección postural, pautas para un descanso eficaz, control del estrés y la ansiedad... ya que no hay forma más natural de conservar la salud.
Bien posicionados
Dentro del enorme cajón de sastre etiquetado bajo la denominación de terapias alternativas se encuentran corrientes de dudosa eficacia, cuando no fraudes en toda regla. Sin embargo, la fitoterapia (hierbas medicinales), la acupuntura y las terapias manuales (quiropráctica y osteopatía) están dando muchas alegrías a sus defensores y a los pacientes que se acogen a ellas. Así, el hipérico se ha posicionado como un antidepresivo natural eficaz en los casos leves e, incluso, moderados. El aceite de pescado ha ganado enteros en el área cardiovascular gracias a su contenido en ácidos grasos omega 3 y las isoflavonas de la soja también se han hecho un hueco para combatir algunos síntomas de la menopausia. Por su parte, las agujas chinas han demostrado su eficacia frente a la ansiedad y, según un trabajo publicado en Annals of Allergy, Asthma and Immunology, la acupuntura puede hacer que los alérgicos no lo pasen tan mal cada primavera, ya que alivia la molesta fiebre del heno.
... Puntos críticos
Regulación. Los remedios complementarios suelen autorizarse como suplementos dietéticos, cuyos controles son menos estrictos. Este es uno de los puntos de fricción más importantes entre defensores y detractores de este conjunto de terapias.
Acreditación. Los tratamientos alternativos han de investigarse según criterios similares a los de la medicina convencional pero, ¿quién decide qué es susceptible de ser tenido en cuenta y qué no?, ¿cómo diseñar estudios que determinen lo que realmente funciona?
Actitud. Las resistencias a integrar las diferentes corrientes médicas en una sola vienen de ciertos médicos alopáticos, pero también de pacientes y de los que practican terapias alternativas porque desean, expresamente, salirse del denominado circuito oficial.
El niño, paciente 'diana'
El deseo de no medicar en exceso a los pequeños y la creencia (no siempre cierta) de que la medicina alternativa es más segura que la convencional ha favorecido que cada vez más niños estén recibiendo estos tratamientos. Según una encuesta llevada a cabo recientemente por el Centro Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa de Estados Unidos, el 38% de la población de ese país recurre habitualmente a tratamientos integrales. El 12% de estos usuarios son menores, aunque los especialistas creen que la cifra puede ser incluso mayor, ya que la mayoría de los críos que sufren patologías crónicas (una muestra no incluida en el sondeo) son usuarios de uno u otro remedio natural. Esta circunstancia hace necesario, en opinión de los expertos, que los padres pongan en conocimiento de los pediatras su intención de tratar a sus pequeños con remedios alternativos y que estos facultativos ofrezcan los que crean que pueden ser eficaces.
Fuente: Suplemento, El Mundo (03/01/2009)